domingo, 16 de noviembre de 2008

Recuerdos C 1

Capitulo 1

Elena caminaba ya en la oscuridad. No conocía el pueblo en el que estaba pero tenía un plano para ir al chalet donde vivía Claudia.
-No te preocupes, el pueblo es suficientemente pequeño para que no puedas perderte- le dijo Claudia por teléfono- Bájate en la primera parada, cruza la calle y sube por la calle perpendicular a la principal. Cuenta dos calle y gira a la derecha, mi casa es el numero 3.
Hacía frío, pero no ese frió húmedo que te cala los huesos, sino ese frío seco del que te puedes librar si vas bien abrigado, ese frió que te roza la cara, que hace que salga vaho de tu boca.
Tomó la calle perpendicular. A ambos lados había chalets. La calle estaba menos iluminada, no había un alma por ella, y olía a “Navidad”. Todavía no era Navidad, estaban sólo en noviembre, pero a Elena no le hubiera extrañado si de repente se hubiera encontrado con la calle llena de adornos navideños. Todo debido al olor de las chimeneas, al olor a madera quemada. Este olor era el que percibía Elena cuando iba a casa de sus abuelos en Navidad cuando era una niña. Esto la hizo sonreír. Siguió mecánicamente las instrucciones de Claudia y se encontró enfrente del numero 3. Llamó.
-¿Quién es?-Preguntó una voz por el telefonillo de la puerta.
-Soy Elena, hablamos por teléfono.
-Sí, claro. Pasa.
Se oyó el ruido de apertura de la reja y Elena la empujó. En la puerta había una mujer menuda. Era morena, delgada y como pudo comprobar Elena cuando se puso a su altura, más baja que ella.
-Me alegro de que hayas venido- dijo Claudia con cara sonriente-Ven pasa al salón.
La siguió al salón y se sentaron.
-Siento que hayas tenido que venir tan tarde pero esta semana está siendo una locura. Llegué hace media hora del trabajo. Pero ya les he dicho que esta es la última vez que salgo yo tarde porque ellos no han terminado antes.
Elena la miró con cara extrañada.
-No es que sea un ogro- dijo Claudia con una gran sonrisa. Los anteriores jefes que ha tenido la plantilla premiaban a los que se iban tarde a casa. Yo por el contrario prefiero que lleguemos antes y nos vayamos todos a las 5 de la tarde. Pero como llevo poco tiempo, todavía hay algunos que siguen empeñados en el sistema antiguo. Y además se las apañan para que yo también me tenga que quedar-dijo suspirando.
Sonó el teléfono. Claudia lo cogió y contestó. Se quedó pensativa.
-Elena, es del trabajo. Voy a la cocina a responder. No tardo mucho.
Elena se levantó y se puso a mirar el salón. Era bastante grande, tenía una bonita chimenea moderna que no estaba encendida y enfrente de ella un sofá. La calefacción real provenía de los radiadores. Era un espacio bien aprovechado, había una mesa grande con sillas alrededor, una televisión con un sillón en frente. Era un salón equilibrado que daba paz y tranquilidad. Si lo había decorado Claudia demostraba lo equilibrada que era. En parte era natural, Claudia era una brillante empresaria a sus 28 años. Había sido portada de algunos de las más prestigiosas revistas de economía. Su éxito estaba en una nueva forma de organización que había “inventado” para las empresas. En todas las entrevistas ella negaba haber inventado nada, según ella, solo había llevado a cabo lo que todo el mundo sabía pero reconocía que eso era lo más difícil.
¿Cómo había llegado Elena a estar invitada a su casa?

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