domingo, 23 de noviembre de 2008

Recuerdos C 3

Capitulo 3

Mi tía habló con mi primo, me llevó de compras y el sábado ya tenía todo preparado para que saliese. Ese día mi primo y yo nos preparamos y nos fuimos en su coche. Teníamos que recoger a unos amigos suyos y nos desviamos a una zona residencial. Subieron dos chicos tan bien vestidos como mi primo. Yo respondía amablemente a las presentaciones pero sin prestar demasiada atención. Ni siquiera me enteré de sus nombres. Hablamos del tiempo y de esas otras cosas que hablan los desconocidos. Yo veía todo desde fuera, como si viera una película.
Llegamos ya a los locales de copas, mi primo me presentó a cuatro chicas y dos chicos más. Intenté prestar atención a los nombres pero sólo conseguí acordarme de dos: Maria y Jaime. Debió ser que eran los únicos que me cayeron simpáticos.
Bailamos y bebieron. Yo no bebo alcohol, simplemente no me gusta su sabor, así que cada vez que había que ir a pedir, iba yo para asegurarme que mi vaso solo llevara limonada.
A las 6 de la mañana terminó todo. Mi primo y yo nos despedimos de la mayoría de los chavales y nos dirigimos al coche con los dos que habían venido con nosotros. Conseguí convencer a mi primo de que me dejara conducir el coche. Me lo dejó porque dijo que iba a ser divertido ver cómo conducía con tanto alcohol encima. Él pensaba que me había tomado 5 o 6 martines. El único problema es que no conocía bien la zona. Nos encontramos un control de policía a la entrada de la urbanización de los amigos de mi primo. Mi primo no quería que parase, yo no le hice caso. Me hicieron la prueba de alcoholemia y di negativo. Mi primo no se llegó a enterar porque dijo algo así como “a las mujeres os lo pasan todo, solo tenéis que enseñar el escote”. Paramos enfrente de la primera casa y mi primo se bajó con su amigo. Volví la cabeza hacia atrás y el otro chaval me miraba. Era una mirada extraña y algo me recorrió la columna vertebral. No parecía nada borracho. Al rato llegó mi primo, conduje hasta la casa del otro chaval y por fin nos dirigimos a la nuestra. Cuando llegué a la cama estaba molida.
-¿Cómo puedes acordarte de tantos detalles?- preguntó Elena- De eso hace ya mucho tiempo
-Sí, es cierto. Pero lo escribí. Me gusta escribir y entonces tenía mucho tiempo para hacerlo. Ahora ya es más difícil, pero de vez en cuando lo hago y releo lo anterior. Además ese verano marcó el resto de mi vida de diversas maneras.
Claudia siguió con la historia.
Al día siguiente mi tía estaba impaciente por saber qué tal me había ido, si me lo había pasado bien y si había conocido a alguien interesante. Lo cierto es que ella no se había casado nunca y le encantaba que sus sobrinos fuéramos a su casa y le contáramos que tal nos iba. Con mi primo Julio no tenía mucho éxito porque nunca le contaba mucho pero le encantaba tenerle allí de todas maneras. Le conté en general lo que habíamos hecho. Cuando vio a mi primo le preguntó si esta noche íbamos a salir y él le contestó que hoy se reunían solo los chicos y no me podía llevar. Mi tía se quedó decepcionada pero yo me alegré bastante. Por la tarde estuve dando un paseo con mi tía. Fue una tarde tranquila, sin nada fuera de lo normal y sin embargo desde que salimos de casa me sentí observada. Era sólo una impresión, no había nada que justificara mi sensación. Al llegar encontramos al cartero esperándonos en casa. El cartero estaba locamente enamorado de mi tía desde que eran jóvenes e iba a verla todos los domingos. Aún hoy sigo sin saber qué sentía mi tía por él. Me dio una carta que había llegado para mí el sábado a última hora y no había sido repartida todavía. La guardé con las que habían llegado ya los últimos días. No quería saber nada de Madrid. Solo leía las cartas que me enviaba mi hermana Sofía que estaba de vacaciones en Irlanda.


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miércoles, 19 de noviembre de 2008

Recuerdos C 2

Capitulo 2

Claudia entró en la sala.
- A las nueve estará la cena. Si quieres encendemos el ordenador y vamos viendo la parte del trabajo que tienes hecho- dijo Claudia
-Muchas gracias por ayudarme con él. Tenemos que entregar el trabajo antes de las vacaciones de Navidad para poder hacer el examen de febrero y no consigo saber cómo terminarlo. El profesor nos ha dicho que no nos ayudará porque parte de la calificación es como conseguir ayuda para resolverlo.
-No te preocupes, seguro que entre las dos conseguimos acabarlo. Según me dijo Roberto cuando me llamó eres una buena estudiante y seguro que ya tienes hecho la mayoría. Roberto te aprecia mucho.
-Yo también le apreció a él. Me ha encantado colaborar con él en dos de sus casos policiales y mi novio Mario y yo quedamos de vez en cuando con él. ¿Hace mucho que le conoces?- preguntó Elena
- Sí, la verdad es que ya hace bastante, dijo Claudia- ¿No os ha contado nunca como nos conocimos?
-No, el otro día cuando me ofreció tu ayuda no comentó nada. Roberto es bastante reservado. No suele hablar mucho de su vida. Yo siempre lo he achacado a que como es policía, muchas veces no puede contar las cosas libremente.
-Es posible que sea por eso. -dijo Claudia mientras encendía el ordenador- ¿qué tal es cuarto de administración de empresas?
-Bueno, lo cierto es que no sabría decirte. No he tenido un gran comienzo de curso, pero no se si es porque es más difícil o porque yo no estoy demasiado concentrada- dijo Elena con una triste sonrisa.
-No te desanimes, hay unas épocas peores que otras pero terminan pasando, te lo aseguro.
Elena la miró con incredulidad. ¿Qué podría saber Claudia de cómo se sentía ella?¿Qué problemas podría tener ella?
-Veo tu incredulidad, pero ¿quién te hubiera dicho este verano que te ibas a sentir como te sientes ahora?-le contestó Claudia. Te propongo lo siguiente, miramos el trabajo, cenamos y después te cuento una historia, mi historia. No te digo que mi historia vaya a solucionar la tuya o que se parezca, pero creo que te gustará oírla y te dará una perspectiva que ahora no tienes. Además según me han contado te gustan los misterios y también tiene algo de eso.
Elena asintió y se pusieron a trabajar en lo que había traído y a las 9 cenaron. Después de la cena, para sorpresa de Elena, Claudia encendió la chimenea y apagó los radiadores.
-Me negué a tener una chimenea que no pudiera encenderse nunca- dijo con una sonrisa- Por la noche es agradable encenderla y sentarse en el sofá. Siéntate conmigo que empezaré mi historia. Elena obedeció
La historia empieza en el verano de COU, antes de empezar la universidad. Mis padres me vieron muy tristes y me mandaron a casa de mi tía Rosa, en un pueblo de Valencia. Desde que llegué a la casa de mi tía me sentí liberada. Todos los problemas quedaban atrás. Yo no quería ver a nadie, incluso evitaba la compañía de mi primo. Sólo pensaba en dormir, dormir lo más profundamente posible y en ver películas y leer. Es decir o no “vivir” o vivir vidas de otros. Mi tía me dejó así una semana y después decidió que no podía seguir de esa forma. Tenía que relacionarme con gente de mi edad, salir, ver mundo como ella decía. A mi me empezó a entrar miedo. No quería conocer a nadie, sólo me causarían problemas. Según mi tía estaba entrando en una depresión y por eso me aislaba y no quería saber de nadie. Desde mi punto de vista no era así pero tampoco sabía definir mi estado así que al final ganó ella.

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domingo, 16 de noviembre de 2008

Recuerdos C 1

Capitulo 1

Elena caminaba ya en la oscuridad. No conocía el pueblo en el que estaba pero tenía un plano para ir al chalet donde vivía Claudia.
-No te preocupes, el pueblo es suficientemente pequeño para que no puedas perderte- le dijo Claudia por teléfono- Bájate en la primera parada, cruza la calle y sube por la calle perpendicular a la principal. Cuenta dos calle y gira a la derecha, mi casa es el numero 3.
Hacía frío, pero no ese frió húmedo que te cala los huesos, sino ese frío seco del que te puedes librar si vas bien abrigado, ese frió que te roza la cara, que hace que salga vaho de tu boca.
Tomó la calle perpendicular. A ambos lados había chalets. La calle estaba menos iluminada, no había un alma por ella, y olía a “Navidad”. Todavía no era Navidad, estaban sólo en noviembre, pero a Elena no le hubiera extrañado si de repente se hubiera encontrado con la calle llena de adornos navideños. Todo debido al olor de las chimeneas, al olor a madera quemada. Este olor era el que percibía Elena cuando iba a casa de sus abuelos en Navidad cuando era una niña. Esto la hizo sonreír. Siguió mecánicamente las instrucciones de Claudia y se encontró enfrente del numero 3. Llamó.
-¿Quién es?-Preguntó una voz por el telefonillo de la puerta.
-Soy Elena, hablamos por teléfono.
-Sí, claro. Pasa.
Se oyó el ruido de apertura de la reja y Elena la empujó. En la puerta había una mujer menuda. Era morena, delgada y como pudo comprobar Elena cuando se puso a su altura, más baja que ella.
-Me alegro de que hayas venido- dijo Claudia con cara sonriente-Ven pasa al salón.
La siguió al salón y se sentaron.
-Siento que hayas tenido que venir tan tarde pero esta semana está siendo una locura. Llegué hace media hora del trabajo. Pero ya les he dicho que esta es la última vez que salgo yo tarde porque ellos no han terminado antes.
Elena la miró con cara extrañada.
-No es que sea un ogro- dijo Claudia con una gran sonrisa. Los anteriores jefes que ha tenido la plantilla premiaban a los que se iban tarde a casa. Yo por el contrario prefiero que lleguemos antes y nos vayamos todos a las 5 de la tarde. Pero como llevo poco tiempo, todavía hay algunos que siguen empeñados en el sistema antiguo. Y además se las apañan para que yo también me tenga que quedar-dijo suspirando.
Sonó el teléfono. Claudia lo cogió y contestó. Se quedó pensativa.
-Elena, es del trabajo. Voy a la cocina a responder. No tardo mucho.
Elena se levantó y se puso a mirar el salón. Era bastante grande, tenía una bonita chimenea moderna que no estaba encendida y enfrente de ella un sofá. La calefacción real provenía de los radiadores. Era un espacio bien aprovechado, había una mesa grande con sillas alrededor, una televisión con un sillón en frente. Era un salón equilibrado que daba paz y tranquilidad. Si lo había decorado Claudia demostraba lo equilibrada que era. En parte era natural, Claudia era una brillante empresaria a sus 28 años. Había sido portada de algunos de las más prestigiosas revistas de economía. Su éxito estaba en una nueva forma de organización que había “inventado” para las empresas. En todas las entrevistas ella negaba haber inventado nada, según ella, solo había llevado a cabo lo que todo el mundo sabía pero reconocía que eso era lo más difícil.
¿Cómo había llegado Elena a estar invitada a su casa?

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