Los meses que siguieron a aquel días fueron los más raros y frustrantes de mi vida. Me llamaron a declarar a la comisaría por asuntos de drogas en el bar "el Jerez". Yo no sabía nada de lo que alli pasaba y mi tía declaró que sólo había salido una vez con mi primo. Resultó que Jaime no se llamaba Jaime sino Roberto y era policia.
-Roberto ¿nuestro Roberto?- Preguntó Elene sorprendida.
-Sí, así es. Era su primer caso como infiltrado. Llevaba todo julio y agosto allí y fue el que realmente aportó las pruebas. Luego mi primo se desmoronó y ayudó a la policía testificando lo que sabía, que tampoco era mucho, ya que era un camello del tres al cuarto que vendía a las chicas monas de la zona.
-¿Y Daniel?- preguntó Elena.
-Nunca quedó muy claro que tenía que ver con la organización. Llevaba allí escasamente una semana y si no fuera por el numerito del día de la redada hubiera quedado libre sin cargos, pero Roberto insistió que había algo más en su implicación. Declaró que le había visto vender droga como a mi primo y como no tenía antecedentes quedó libre pero tendría que testificar el día del juicio.
Él proceso duró mucho. Antes de que empezara yo comencé la universidad sin muchas ganas. Quería hacer organización industrial así que empecé primero de ingeniería industrial. Empecé a conocer nuevos amigos, Mercedes y Antonio quedaron atrás, ya no volví a saber nada de ellos, no querían que les relacionasen con alguien que estaba en un proceso judicial y como me dijo Celia más adelante mi credibilidad había descendido y yo ya no era un problema para ellos.
Daniel no volvió a hablar conmigo. Sus abuelos tampoco. Hablé con Roberto en una ocasión, después de declarar. Me dijo: “Esto es más complicado de lo que parece. Si alguna vez se pone en contacto contigo Daniel llámame, necesitaras ayuda” y me dio su tarjeta. Me sorprendió mucho pero no dije nada.
Durante unos meses hubo calma. Me dediqué a los estudios y lo anterior empezó a parecer un mal sueño, pero entonces llegó la fecha del juicio: el 15 de septiembre. Todavía estábamos en agosto pero empecé a sentirme mal sin motivo como decía mi hermana Sofía. Al fin y al cabo yo no sabía qué hacía allí Daniel, ni que mi primo traficaba con drogas y más bien me había visto envuelta en una situación que ni me iba ni me venía y que ni siquiera había podido investigar debido a la rapidez de los acontecimiento. Sofía siempre sabe cómo hacer que me sienta bien y ¡eso que es mi hermana pequeña!
-¿Qué pasó en el juicio?- preguntó Elena
- Lo cierto es que hubo algo justo antes del juicio. El 25 de agosto Daniel llamó a mi casa. Yo estaba sola. Me dijo que quería disculparse por lo que me había dicho y explicarme por qué se había comportado así. Eran las 8 de la tarde y me citó en un bar que conocíamos cerca de la facultad de informática donde había empezado ese año.
-¿Y fuiste?- preguntó Elena sorprendida
- Admito que pudo más la curiosidad y además aún tenía un sentimiento de pérdida por lo mal que había terminado nuestra relación.
-¿Qué pasó?
-Cuando le vi en el bar le noté muy cambiado, más delgado y con la mirada más esquiva. Sonrió al verme. Realmente parecía contento de que hubiera ido. Nos dimos dos besos y me senté junto a él. Y comenzó su historia.
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